sábado, 10 de febrero de 2018

Invierno

Poco a poco, su conciencia comienza a abandonar la nebulosa del sueño y sus ojos entrecerrados empiezan a percibir la habitación en penumbra que le rodea. No hay un sólo ruido que rompa la paz que se respira, sólo los intermitentes crujidos de las paredes de madera al contraerse por el frío exterior. Su cálido refugio bajo las mantas muestra un contraste radical con el entorno que le espera fuera de ellas, y nadie quiere salir a ese gélido infierno cuando la cama se muestra más benevolente y mantenerse ahí dentro hace que cualquier tribulación no parezca (tan) real.
Las brasas de la chimenea que calentaban el pequeño habitáculo se apagaron hace varias horas, pasando de ser refulgentes bloques de madera incandescente que emanaban energía, a negras rocas, frías e inertes. Se atreve, por un segundo, a sacar su pie de la protección que le proporcionan las sabanas, pero lo devuelve a aquel cálido interior, después de que el aire gélido ataque cada centímetro de su piel con pequeños puñales de hielo, proporcionándole la excusa perfecta para remolonear un poco más. "5 minutos más"
Haciendo un esfuerzo que le parece sobrehumano, consigue incorporarse y sentarse en el lateral de la cama, al tiempo que se frota sus ojos, de un imperceptible verde en aquella oscuridad. Le pesa el cuerpo, el alma y el corazón, pero ya no queda más opción que ser valiente, que mirar al presente directamente a lo ojos y sonreír con desafío. Con esa sonrisa, sus pasos se dirigen a la ventana más cercana, donde abre los postigos y deja que la luz por fin se haga dueña y señora de la pequeña cabaña de madera y le regale una preciosa postal del bosque cubierto de nieve. 
Un escalofrío le recorre la espalda, recordándole que aún está en pijama y que la chimenea sigue apagada, así que rápidamente se dirige al armario y se viste con un pantalón viejo y un jersey de lana raído que ha utilizado más veces de las que consigue recordar. Con el frío que hace, decide ponérselos encima del pijama, lo cual le revuelve ligeramente el pelo. Bracea y se sopla las manos con fruición para ganar algo de temperatura, tras lo que se decide a encender la chimenea, que mira impertérrita desde la esquina de la escueta habitación. Si "la práctica hace al maestro", en lo referente a encender aquella chimenea, no le queda nada más que aprender. Al primer intento, la llama generada es vivaz y suficientemente intensa como para crecer y ser capaz de calentar aquella habitación y el alma de la persona afortunada que pueda gozar de su cálida caricia.
Con la satisfacción del trabajo bien hecho y notando como todo a su alrededor se va calentando, se dirige a la pequeña cocina donde con relajada parsimonia va preparando unos huevos revueltos, los cuales acompaña con un café que baña con su bendito olor todos los rincones de la cabaña y transporta su memoria en una décima de segundo a su niñez. Lo único que se le pasa por la cabeza cuando aspira ese cálido olor es "Estoy en casa".
La leña ya chisporrotea con alegría a su espalda, sus ojos se pierden a través de la ventana y disfrutan de la visión de los copos de nieve en su lento descenso, su paladar hace lo propio con los huevos que con maestría ha cocinado, sus extremidades se calientan al abrazo del fuego de la chimenea con ese calor del que sólo gozan los amantes que se encuentran y su nariz se deleita con el aroma que expele la taza que sujeta en sus manos. Sus cinco sentidos se ven recompensados en aquella fría mañana, y su corazón grita en un susurro que aquel momento no acabe nunca, que sea eterno. Lejos de preocupaciones, de deberes, de necesidades, de problemas, de insatisfacciones y de falsa y diluida felicidad que no es comparable a la que ahora puede percibir. Paz, paz a pesar de todo, paz para esperar con paciencia la llegada de la primavera.
Cierra los ojos e inspira profundamente, permitiéndose por un segundo ser consciente de su propia existencia, algo tremendamente complicado en la vorágine del día a día. Sólo un ligero sonido del exterior hace que abandone aquel estado de introspección. La nieve en el exterior cruje con delicadeza, apelmazándose bajo las negras pezuñas de un solitario zorro que rebusca con su hocico en los restos de comida que se han caído del barril donde el compost se descompone lentamente, preparándose para la próxima estación. El zorro roe con determinación los restos de medio membrillo mientras la puerta de la cabaña se abre en silencio. Desde el marco de la puerta y con la taza de café aún en sus manos, se dedica a observar al rojizo animal con la misma curiosidad con la que lo hubiese hecho en su infancia, al fin y al cabo, sólo la inocencia se marchó para no volver. 
La paz que envuelve todo es sobrecogedora y hace imposible evitar una sincera sonrisa, una de las que viste el alma. El zorro por fin se da por aludido y mira con precaución a la criatura que le observa desde la entrada de la cabaña. Es un espectáculo de la naturaleza. El pelaje del animal brilla rojo en contraste con la nieve a su alrededor, casi parece que esté en llamas, como si fuese una brasa de la chimenea que calienta el hogar. 
Da un último sorbo al café mientras goza de la visión que le proporciona aquel peculiar compañero y se maravilla al pensar que sólo les distancia un porcentaje mínimo de su ADN. "Tú y yo, estamos hechos de polvo de estrellas". El zorro, como si hubiese entendido este último pensamiento y visiblemente más relajado, hace un ligero movimiento de cabeza, coge lo que queda de un muslo de pollo y comienza a alejarse por el blanco escenario, como una alegre llama en retirada. Finalmente, una vez llega a la linde del bosque, se detiene, mira hacia atrás exhibiendo su ígneo pelaje y casi se le puede escuchar decir "Estás en casa".

Música:




lunes, 29 de agosto de 2016

A tu lado

Nos acercamos a hurtadillas con un pie en la puerta por si hay que huir. Evitamos cruzar nuestras miradas por temor al dulce veneno que emiten y dejamos que nuestras palabras se reencuentren. Sufrimos de una sobredosis de sonrisas que amenazan con hacernos estallar y nuestras fragancias confabulan para decirle a nuestro olfato que no hay mas hogar que los veinticinco metros cuadrados que nos rodean.
Ya no hay vuelta atrás, hemos cometido el error de perdernos cada uno en la pupila del otro y ya el veneno nos asalta y embriaga. 
El aliento se vuelve la única distancia tolerable en este pequeño mundo que hemos construido y el gemido la única música que queremos escuchar. Tu pecho es la patria a la que pertenezco y mi espalda es tu asidero en mitad de esta voragine. Nos acariciamos a mordiscos, con incontenida pasión, con incontrolable deseo. Arañamos nuestra vieja piel desvelando una nueva y mejor, una con la que estamos más cómodos, una que necesita del contacto con la del otro, una que se estremece cuando nos volvemos uno y nos suplica que no volvamos a ser la mitad de dos.
Nos alimentamos cada uno de la esencia del otro y por ello nos comemos a besos. Ese ciclo infinito nos va a matar de placer o de deshidratación, pero bendito sea ese ciclo.
Tus manos me arden en el alma y tus palabras me ligan a tu cuerpo. Mi sonrisa te detiene en el tiempo y mis ojos te seducen para mirar más alla de la felicidad soportable. 
No podemos negar que nos dejamos engañar, que por un lapso de tiempo nos hemos convertido en reyes del universo y ahora, yaciendo excitados y cansados, nos preguntamos como podremos vivir fuera de esta cama, más lejos que a tu lado.

domingo, 25 de enero de 2015

Destinos Amotinados

La entrada a la estación se adivina abarrotada, nada sorprendente siendo un domingo por la tarde y sabiendo que todo ese bullicio es porque miles de personas se disponen a coger el tren con destino a sus hogares después de un reconfortante fin de semana de asueto. Para mi no lo ha sido tanto, los últimos días han sido precipitados, estresantes y en cierta medida asfixiantes por la expectación y angustia que me provocaba esta tarde en la que voy caminando a tu lado de camino a la entrada de la estación.
Como se podía esperar, la hora y media previa, en la que nos hemos acurrucado al calor de una buena conversación, una cerveza y con nuestras miradas encontrándose a medio camino de nuestros pensamientos, ha transcurrido afable y ha derretido los carámbanos que se habían aposentado en el hilo que conectaba nuestro teléfono hecho con dos vasos de plástico. Pero ahora nuestros pasos se encaminan hacía a un andén en el que nos diremos adiós sin saber si nos volveremos a ver, donde sentiremos que nos hacemos sangre de tanto mordernos el labio.
Te miro de reojo y veo que el reflejo era recíproco, con lo que se me escapa una media sonrisa, a la que tus labios responden con una entera, como si intentasen enseñarme como se hace. "Estás preciosa" es lo que aparece en mi mente con una fuente demasiado grande, en negrita y subrayado, como para que yo pueda pensar en otra cosa, provocando que mi corazón se vengue contrayéndose y pateando mi estómago. Con todo perdido es cuando aparecen siempre las prisas y la valentía (¡¡¡vaya valentía de mierda!!!)  se persona en el lugar. Así, poco a poco, mi boca va dibujando palabras que el universo se encarga de difundir a tus oídos.
-Pues aunque no te lo creas, te voy a echar mucho de menos.
-Yo también te echaré mucho de menos -respondes y como si te dieses cuenta en ese mismo momento de lo pesadas que son tus palabras, te apresuras a añadir- ya sabes, siempre viene bien tener una casa por aquí cuando lo necesitas.
Ambos reimos, pero sabemos que ese comentario no ha servido para quitarle hierro al asunto.
-No, en serio, te voy a echar mucho de menos, porque no sé como, pero te has vuelto una persona tremendamente importante para mi -me dices, con tus ojos pidiéndome que les crea y que te comprenda.
-No, te mentiría si te dijese que el sentimiento es mutuo -contesto intentando no dejarme llevar por la situación.
-Es que todo el tiempo que pasamos cuando estamos juntos es muy... demasiado intenso -la frase me sorprende con la guardia baja y se refleja en mi cara, definitivamente no estaba loco cuando miles de ideas sobre nosotros se agolpaban en mi cabeza- Entiéndeme, siempre todo es tan genial cuando estamos juntos que claro que he pensado en nosotros, pero tengo novio y no quiero arriesgar eso por algo que no sé si es solo un impulso o es algo más.
Intento recuperar la estabilidad, ese último comentario ha sido como un directo a la nariz que me ha dejado aturdido, casi puedo escuchar al arbitro encima del ring contando hasta diez.
-¿Qué te voy a contar que no sepas? Por supuesto que tú despiertas lo mismo en mi, y mil veces me he muerto de las ganas de dar un paso adelante y olvidarme de las consecuencias, pero como ya te dije una vez, tengo una regla, una estúpida regla que es "nunca tirarle los trastos a una chica con novio", y esa puta regla ahora mismo me está matando. -respondo casi en un tono visceral, para mostrarte que el dolor es casi físico.
-Lo sé, y eso me jode aún más. Porque si fueses un capullo que intentó ligar conmigo a pesar de todo, pues te hubiese mandado a la mierda y me habría olvidado de ti. Pero no, siempre has sido ese chico majo que intenta hacerme reír, que me escucha y respeta mi espacio, y eso, al final hace todo más difícil.-comentas con pasión y con tus ojos encendidos en llamas, esos ojos, esa mirada dulce y pasional que tanto añoraré.
-Lo dices, como si te jodiese que me comportase como un buen tío -te respondo con cierta sorna, intentando relajar la situación. pero tu no sonríes.
-No, te lo digo, para que entiendas, que aunque supongo que para ti no es fácil, tampoco lo es para mi. Que muchas veces me he planteado que hubiese ocurrido si la situación fuese distinta, si nos hubiésemos conocido en otro momento. Que no digo que hubiésemos acabado juntos, pero si te hubieses mudado a mi ciudad tengo claro que mi relación no hubiese aguantado contigo cerca. Porque si hubieses intentado algo teniendo yo pareja, por descontado te hubiese dicho que no, pero no sé por cuanto tiempo.
En ese momento noto como tus palabras forman un puño que me acierta un gancho debajo del mentón, es indiscutible, ha sido victoria por KO y yo sigo tendido en la lona viendo destellos y sin posibilidad de moverme.
-No me digas eso..., no...no es justo, porque... porque eso me acaba de destrozar por dentro -y no miento, noto como mis órganos internos se licuan y me convierto en un cascarón vacío- porque todo esto es muy difícil para mi, porque me duele.
Hago una pausa, no sé si para recuperar el aliento o para evitar que mi alma se me escape por la boca. Te miro y veo que tu no estás mejor que yo, veo que tus ojos se han enrojecido ligeramente, lo mismo que supongo que sucede con los míos.
-¿Sabes? Hace unos años tuve un compañero de piso que me dijo sobre esa regla mía que era jodidamente estúpida, porque llegaría un momento en que conocería a una persona espectacular, una persona con la que conectara a un nivel realmente profundo, una persona que de verdad me llenase, pero que esa persona estaría en una relación, y por culpa de esa puta regla -y casi mastico las palabras mientras lo digo- yo no haría nada. -veo la sorpresa en tu rostro y admito que también distingo tus ojos implorando que no continúe, que no diga lo que estoy a punto de decir, pero los muros del dique se han destruido y ya no puedo contener el agua- Esa persona eres tú.
El silencio entre tanto bullicio nos envuelve y nuestros ojos se clavan el uno en el otro a menos de un metro de distancia. El andén está lleno de gente, pero para nosotros está vacío, no hay nada más que nosotros y el muro invisible que nos separa. Ese es nuestro universo, un universo aterrador que demuestra su amor por el suspense cuando hace aparecer en el andén el tren que nos separará para siempre. Los segundos se nos escapan de las manos y aprovecharnos los últimos que nos quedan para abrazarnos con rabiosa fuerza.
Percibo tu fragancia por última vez cuando desentierro mi cabeza de tu cabello y nos separamos. Nuestras manos se sueltan y tú te encaminas decidida al tren, decisión que solo flaquea cuando te vuelves al subir el último escalón y me despides con la mano. "Estás preciosa".
Cómo si mis pies pesasen tres toneladas cada uno, voy dirigiéndome lentamente y con el corazón cerrado por derribo hacía las escaleras que me alejarán del andén y donde mis ojos se humedecerán mientras mi boca pronuncia "suficiente".
Nuestros destinos, el tuyo y el mío, se separan sin que nunca llegasen a cruzarse. Corrieron tanto en paralelo que olvidamos que siempre hubo una mampara entre nosotros, y ahora el tuyo se escapa en tren de alta velocidad y el mío se dedicará a pasear por la fría ciudad siempre en dirección opuesta.

sábado, 22 de noviembre de 2014

El jugo de la vida


No vivas ni un minuto de tu vida con incertidumbre, porque no servirá de nada. Disfruta cada momento, saboreando tanto los aciertos como las equivocaciones, te harán crecer y pasado el tiempo recordarás ambos con renovada ternura. Sólo espero poder verte vivir la vida con valentía y con una cierta inocencia, con ganas de conocer el mundo que te rodea y portando la curiosidad como la bandera del barco pirata con el que navegas por tus sueños. Que tus ojos vean más allá que los ojos de los demás, pero no por ello abraces la soberbia, porque los seres humanos que hacen de la humildad una cualidad, son los que realmente se acaban ganando el respeto de los demás. También quiero que sepas que la sonrisa puede ser un arma muy poderosa, no para utilizar contra aquellos que quieran arrodillarte, si no para arrodillar a tus propios demonios, amaestrándolos y poniéndolos a tu servicio cuando sientas que necesitas algo más de energía. Vive con valentía, ningún error que puedas cometer será peor que tener un "...y si..." alojado en tu espíritu durante semanas, meses o quizás toda tu vida. Ten respeto, nunca miedo, porque el miedo solo paraliza y te hará ser irracional; el respeto en cambio, te mostrará el siguiente paso para comprender que es aquello que te amenazaba y el entendimiento de lo que hay a tu alrededor puede convertir sombras chinescas de dragones, en pequeños ratones aterrados escondidos a la luz de una bombilla.
Oteo el horizonte desde un risco en mis sueños y tú estás a mi lado viendo lo mismo que yo, tu cabello danza con el viento un alocado baile que ni el más esquizoide de todos los músicos podría reflejar en una partitura. Tus ojos retan al sol a ver quien de los dos puede brillar más y el sol como respuesta huye avergonzado y enrojecido unos minutos antes del ocaso. Veo entonces que sonríes y un destello familiar viene a mi cabeza, esa media sonrisa es demasiado entera y demasiado particular como para que yo pueda evitar sonreír al mismo tiempo. Te hice una promesa hace algún tiempo y no pienso incumplirla mientras me queden fuerzas, ya descubrirás lo cabezota que puedo llegar a ser, te lo advierto, es una cosa de familia y hay veces que no se puede luchar contra los genes. Me gustaría que llegues a comprender que la tenacidad bien entendida es una gran cualidad, y que apretar los dientes contra viento y marea para al final conseguir tus objetivos puede ser adictivo, tanto, que puedes llegar a convertirte en una amante de las causas perdidas.
Aún pasará un tiempo para que comprendas todo lo que he querido decirte en estas lineas, pero no te preocupes, intentaré ir mostrándotelo cada vez que tenga oportunidad, ya te he dicho que puedo ser muy cabezota. Y a pesar de que cada vez que pienso en ti la nostalgia y el amor me atraviesen por cada lado, como si de dos estoques se tratasen, será la primera vez que no tomaré represalia alguna a ese ataque indiscriminado, todo lo contrario, jugaré al mismo juego fraticida que tú, sin siquiera saberlo, has perfeccionado. Buscaré cubrirte de sonrisas, compartir grandes experiencias y transmitirte mis consejos algo devaluados, para que así cuando yo me aleje, sufras ese ataque sorpresivo y notes que el amor y la añoranza te han atravesado. Pero recuerda, tienes que seguir siendo fuerte, tienes que seguir aferrándote a la vida como hasta ahora lo has hecho, con manos, boca y dientes, porque exprimirla es la única forma de sacarle todo el jugo, toda la simiente.

domingo, 4 de mayo de 2014

Tributo a la fortaleza

Lo que no te mata te hace más fuerte y como un mantra lo repetirán mientras comprueban que es mas cierto de lo que a nadie en su sano juicio le gustaría reconocer. Los terremotos vendrán, esos que harán temblar el mundo pero todos los objetos de las estanterías permanecerán inmutables, debacles se presentarán en las puertas de sus casas, pero nadie más parecerá percibirlas, donde las corazas harán aflorar sus debilidades a través de pequeñas aberturas por donde la tragedia se colará sin ninguna indulgencia y hambre asesina para devorar todo a salvajes dentelladas.
Pero todo aquello les hará mas fuertes, y a través de los años recordarán esos terremotos para volver a levantarse, para ponerse en pie una y otra vez y añorar lo que aquel suceso natural hubiese cambiado. Donde la piel saboreará el abrasador recuerdo que a tinta indeleble ha quedado marcado en su interior y las cicatrices del tiempo serán homenajes a los pasos dados y a las batallas disputadas, no a las ganadas, porque no hay ganadores en ninguna batalla.
Y cada Mayo la primavera les volverá a abrazar, las flores a sonreírles y el sol a calentarles, para recordar que la vida continua y es imparable, y que por supuesto, tiene más fuerza que cualquier cosa que puedan imaginarse. Solo entonces, al filo de un risco, observando como se pone el sol en el horizonte tintando el cielo de rojo, se atreverán a pronunciar unas palabras de añoranza. Será en ese momento, cuanto extrañen aquello que se ha ido, cuando de hecho estarán más cerca de lo extraviado.

Pero serán más fuertes, tanto que duela; aún a pesar de que un hombre haya crecido desde entonces. El niño se secará las lagrimas y gritará al cielo con voz adulta para que sus ojos inocentes desaparezcan y a partir de ahí escrute el mundo con mirada de hombre, decidida a demostrar que no ha muerto, que se ha hecho más fuerte. 



viernes, 2 de mayo de 2014

Entre bebidas y acordes

Me encuentro ahora mismo en mi habitación disfrutando de lo poco que resta de un ron con cola y de la música que ciertamente podía encajar mejor en este momento. He estado leyendo durante un rato, navegando por aquellos mundos que el autor había diseñado para mi, disfrutándolos. Pero al rato he tenido que parar, no porque no me gustase lo que leía, ni porque no estuviese enganchado a la historia en si, todo respondía más al hecho de que he comenzado a leer porque algo dentro de mí me decía que necesitaba leer, perderme en negro sobre blanco, andar caminos dibujados y definidos por las palabras, apartarme un poco de mi yo físico y jugar algo más con mi yo intangible.
Lo que ha ocurrido es que cuando llevaba ya un rato leyendo notaba como ese sentimiento, esa necesidad de abstraerme no había desaparecido, seguía viva en mi estómago y por muchas páginas que pasaba no se iba a ir a ningún lado.
Es cuando he comprendido que lo que necesitaba era escribir, era vaciarme, purgarme de pensamientos, sensaciones y cavilaciones, de limpiar los rincones oscuros de mi interior. Que la música me ayudase a expulsar todo aquello que hace tiempo debía haberse marchado por el desagüe, que me llevase en volandas por parajes que no conozco, por aquellos que alguna vez he visitado y por todos aquellos que conozco como la palma de mi mano, que al fin, y ahora si, pudiese perderme en negro sobre blanco. 
Y eso es lo que he hecho, me he puesto delante del monitor y he comenzado a teclear como si de un ejercicio de escritura automática se tratara y que comienza al principio de todo este aporte "Me encuentro ahora mismo..."
Si me preguntaras de que quiero hablar te diría que no lo se, y es totalmente cierto, no hay nada que este en particular en primera plana, quizás solo un popurrí de pequeñas cosas que han pasado en los últimos tiempos, que están ocurriendo ahora o que pasarán de aquí a poco. No sé, supongo que el comienzo de Mayo siempre me hace estar nostálgico y no creo que sea algo contra lo que luchar de todas maneras, pero evidentemente vuelve esa sensación de que un terremoto está ocurriendo en este justo momento.
Uno de esos terremotos que ocurren pero ningún objeto de la estantería parece darse por aludido y permanecen estoicos e inmutables, de esos en que intentas recobrar la verticalidad y te frotas los ojos con insistencia, solo para intentar darle estabilidad al mundo que te rodea, para poder tener un cierto enfoque. Uno de esos terremotos que te hacen recordar aquella frase de tu abuela que dice "Le cae un jazmín y lo aporrea" y puedes visualizar claramente la escena de unos pétalos cayendo sobre tu espalda y tumbándote sin remisión.
Quizá la descripción de un terremoto no es nada mala por el simple hecho de que no puedes confiar en tu propio equilibrio, de que no sabes si puedes andar normalmente. Tal vez entonces la cuerda floja sea también una buena analogía. Puedes notar como te balanceas de lado a lado aguantando en la escueta superficie de apoyo hasta que ya no puedas bailar más al son que dicta la cuerda e irremediablemente tengas que caer.
Pero caer no es malo, puedes aprender mucho de una caída, la cuestión, y aquí está la parte importante de este texto y su catarsis, es, ¿qué vas a hacer una vez te has caído?
Yo por ahora le voy a dar el último trago a mi bebida, cerraré los ojos y dejaré que la música me lleve en volandas una vez liberado todo el peso que ataba mi cuerpo al suelo y atenazaba a mi corazón.


domingo, 13 de abril de 2014

Palabras eclipsadas

El viento hace balancearse a la hierba que crece en el parque. La brisa, inmutable en su camino e intransigente en sus decisiones, se agradece en este soleado día a principios de Mayo. Las flores empiezan a mostrar sus bellos colores en todo su esplendor y el Sol ofrece su cálido abrazo a todo el que lo quiere recibir.
En uno de los bancos, un joven con gorra otea el horizonte con mirada ansiosa e impaciente. Cruza una pierna sobre la otra y se plantea que quizá debería haber elegido unos pantalones cortos y una camiseta clara, y no los vaqueros y la camiseta negra descolorida a base de tantos lavados que lleva puestos en estos momentos, pues el sol está comenzando a tostarle, cosa que empeoraría si no fuese por aquella brisa matutina.
Y es con una de las ráfagas de aquella brisa primaveral con la que aparece el interlocutor que el joven estaba esperando y que se anuncia con un simple "Ey". El joven de la gorra entorna los ojos para divisar la figura de su amigo que a contraluz es difícilmente definible. El otro hombre es quizá ligeramente más mayor que el joven de la gorra y luce una descuidada barba a través de la que se puede vislumbrar una tímida sonrisa, quizá algo avergonzada por haber hecho esperar a su amigo.
-Disculpa, pero ya sabes como va esto, con que haya un pequeño atasco de camino luego ya no lo puedes recuperar.
-Si bueno, y tu que siempre vienes con la hora pegada al culo -Responde el joven de la gorra en tono jocoso.
-Buah!, ¿qué más quisiera yo que poder venir más a menudo? Pero sabes que al final solo tengo oportunidad de venir por aquí una o dos veces al año -Espeta el joven de la barba mientras mesa su cabello rubio.
-Ya, ya lo se -Dice con cierto tono apesadumbrado mientras en sus labios se dibuja su clásica sonrisa de medio lado al tiempo que mira la camiseta de su interlocutor y continua- ¿Una camiseta del disco Americana de OffSpring? A ver, entiéndeme, como gusto es irreprochable, pero tiene ya unos cuantos años, ¿lo sabes, verdad?
-Si, si, pero como tú has dicho es un disco genial y además siempre puedo decir que es que soy retro.
Ambos ríen como no han podido hacerlo en años y por un instante sienten esa conexión que siempre tuvieron, ese calor que hace años les arrebataron de dentro, y que se puede ver en las miradas sinceras de cada uno de los dos, tras lo cual se sientan en el banco a disfrutar de ese día de reencuentro.
-Toma, te he traído una cervecita especial de las que a ti te gustan, que estoy seguro que hace mucho que no has podido catar ninguna -Dice el joven de la gorra mientras le ofrece el brebaje a su compañero.
-Oh dios, esto si que te alegra el día y no verte el careto a ti jajaja. Bueno, cuéntame, ¿qué tal todo por aquí? ¿Cómo te trata la vida?
-Bien, bien, no me quejo, tirando para adelante y construyéndome la vida, que es lo más gratificante al fin y al cabo. Ya sabes, cuando empiezas a verte autosuficiente es una sensación genial. ¿Y tu qué tal? ¿Como va todo por allí? ¿Te sigues matando a currar?
-Hombre, pues si, si no fuese por todas esas horas extras no podría estar ahora mismo aquí. Pero bueno, lo cierto es que es durillo, se echa mucho de menos a la familia, no te tengo por allí para echarnos unas birras y unas risas de vez en cuando y me gustaría poder pasar más tiempo con mi hermana, que hace bastante que no la veo.
-No te preocupes, está bastante bien, un poco atontada y atolondrada, pero ya la conoces. De todas formas no te preocupes, le irá bien, si hay una cosa que se le da bien es hincar codos -Responde el joven de la gorra gesticulando de forma cómica, pero se serena al ver la mirada ausente de su amigo y agrega- Siempre te pudo ese sentimiento de hermano mayor jejeje.
-Si, pero casi te lo delegué a ti.
-Bah, pero no te rayes, tu te tuviste que ir y yo no tenía problema en echarle un ojo de vez en cuando -A lo que el joven de la barba asiente y sonríe, recordando porque echa de menos tanto ese tipo de amistades que no son tan fáciles de encontrar y que en algunos casos como este, solo se entienden desde la convivencia mutua desde que ambos tienen memoria.
Prosigue el día y prosiguen los chascarrillos y anécdotas entre uno y otro. Van compartiendo todo aquello que tenían que contarse y que en el largo plazo que han estado sin verse no han podido hacer. Se ríen bien a gusto mientras pasean por la ciudad, comen en un restaurante y apuran un café en la terraza de un bar. Las risas se hacen tan sonoras que ninguno de los dos puede evitar que se le salten las lágrimas en mas de una ocasión, pero como el día, que se va despidiendo mientras el sol se va escondiendo, aquel encuentro también va llegando a su fin cuando los dos amigos vuelven al parque para despedirse.
-Bueno, ¿cuándo voy a volver a verte? -Pregunta el joven de la gorra.
-Pues espero que el año que viene por estas mismas fechas. ¿Te viene bien?
-Sabes que yo encantado, casi me lo tomo como un regalo de cumpleaños adelantado jejeje.-Con lo que vuelven a reir y tras lo cual se hace un silencio que acaban llenando con un abrazo- Se te va a echar de menos tío.
-A ti también -Responde el joven de la barba mientras palmea la espalda de ese gran amigo al que no podrá ver en algún tiempo- Por cierto, sigue así, te lo estás currando y todo esto no te sienta nada mal. Ya sabes, aprovéchalo de todas las formas que puedas y tomate unas cuantas a mi salud.
-Descuida que lo haré, sabes que siempre sigo tus buenos consejos -La risa se vuelve a desatar y se separan finalmente para dirigirse cada uno en una dirección contraria, pero el joven de la gorra se vuelve al instante y no puede evitar preguntar.
-Por cierto, ¿quieres que les diga algo a tu hermana o a tus padres?
-No, no te preocupes, ya iré yo a visitarlos pronto.
El joven de la gorra asiente y se despiden con la mano una vez más, se dan la vuelta y comienzan a caminar con esa sonrisa en la cara, ese calor que proporciona la verdadera amistad en el interior y esas palabras en la punta de la lengua que dicen "Hasta el año que viene" y que se han quedado eclipsadas.