jueves, 10 de diciembre de 2009

Un deporte nuevo, una nueva motivación

Como muchos de vosotros ya sabreis (porque no paro de daros la brasa) me estoy volviendo un gran aficionado a la escalada. Muchos no lo entendereis o no vereis el chiste que puede tener para mí este bonito hobby, lo entiendo, al fin y al cabo yo no le veo el chiste a la marcha. Pero dado que tengo un espacio para expresarme y sobretodo, la suficiente falta de vergüenza como para daros el coñazo con cosas que solo me interesan a mi, he decidido intentar contagiaros un poco de mi siempre patente emoción.
Todo empieza cuando estando en Alemania Pedro me comenta que ha empezado a escalar y que le ha encantado. He de decir que Pedrito sabe transmitir esa ilusión y esa emoción, ese gusto por los pequeños detalles que te hace engancharte a algo, pero sobretodo sabe donde tocar y como tocar en cada persona para que te despierten esas ganas xD (ya comentamos una vez eso).
En fin toda aquella conversación a través de Skype quedó en que yo debía probarlo al llegar a Granada y que yo conocía un rocodromo en Armilla. Pasados los meses y después de un ofrecimiento por parte de Paula para que fueramos un día a los Vados, Pedro cumplió su promesa de llevarme a escalar informandome del curso de escalada que posteriormente realicé junto con él y con Cristina. Allí tuve la oportunidad de conocer mucha gente interesante, cada cual con algo nuevo que ofrecerte y que descubrir (y en ese punto me siento un afortunado. Mucha gente muy apañada que me alegro de haber conocido), pero sobretodo tuve la oportunidad de recuperar esas mismas sensaciones que viví cuando estaba aprendiendo a esquiar. Esas sensaciones no son otras que la alegría de verte seguro en un medio en el que no te creías capaz de hacer nada, de que eres autosuficiente, de que la adrenalina se descarga en precisas dosis, pero sobretodo de ver que tus límites están mucho más lejos de lo que te habías atrevido a pensar.
Tal vez visto tras el monitor y de esta forma tan fría no es posible haceros una idea, por eso quiero que os abstraigais y tomeis conciencia de lo que supone estar subiendo una pared vertical apoyando toda la superficie posible de la planta de los pies de gato en una zona totalmente roma, con una mano agarrando una grieta y tu otra mano apoyada con tres dedos totalmente tensos en un pequeño saliente de unos tres centimetros, con tu otro pie buscando la siguiente presa con el talón en una grieta, con el sol calentándote la espalda, con un continuo cálculo de las fuerzas que te quedan, con el gozo de tomarte un descanso a mitad de pared para soltar los músculos, con tus amigos asegurandote abajo, con la gran sensación de superación que es tocar finalmente la reunión de la vía y con las estupendas vistas que tienes cuando estás arriba del todo (como el último día en la Alfaguara).
De verdad, creedme, cuando ves que has podido con algo de lo que no estabas muy seguro siempre te das cuenta de que es más psicológico que otra cosa. Has estado agarrado de una (imprescindible) cuerda, pero la cuerda no te subía, eras tú al fin y al cabo, la cuerda te daba la seguridad para tener ese extra de atrevimiento, para que vieras que tu podías.

Espero que todo esto os haya despertado al menos las ganas de probar algo nuevo, yo por mi parte quiero seguir practicándolo, pero primero quiero darle las gracias a Pedro por vivir las cosas con pasión y por tener esa forma de narrar las cosas que hizo que me picara la curiosidad. Un saludo a todos.