lunes, 29 de agosto de 2016

A tu lado

Nos acercamos a hurtadillas con un pie en la puerta por si hay que huir. Evitamos cruzar nuestras miradas por temor al dulce veneno que emiten y dejamos que nuestras palabras se reencuentren. Sufrimos de una sobredosis de sonrisas que amenazan con hacernos estallar y nuestras fragancias confabulan para decirle a nuestro olfato que no hay mas hogar que los veinticinco metros cuadrados que nos rodean.
Ya no hay vuelta atrás, hemos cometido el error de perdernos cada uno en la pupila del otro y ya el veneno nos asalta y embriaga. 
El aliento se vuelve la única distancia tolerable en este pequeño mundo que hemos construido y el gemido la única música que queremos escuchar. Tu pecho es la patria a la que pertenezco y mi espalda es tu asidero en mitad de esta voragine. Nos acariciamos a mordiscos, con incontenida pasión, con incontrolable deseo. Arañamos nuestra vieja piel desvelando una nueva y mejor, una con la que estamos más cómodos, una que necesita del contacto con la del otro, una que se estremece cuando nos volvemos uno y nos suplica que no volvamos a ser la mitad de dos.
Nos alimentamos cada uno de la esencia del otro y por ello nos comemos a besos. Ese ciclo infinito nos va a matar de placer o de deshidratación, pero bendito sea ese ciclo.
Tus manos me arden en el alma y tus palabras me ligan a tu cuerpo. Mi sonrisa te detiene en el tiempo y mis ojos te seducen para mirar más alla de la felicidad soportable. 
No podemos negar que nos dejamos engañar, que por un lapso de tiempo nos hemos convertido en reyes del universo y ahora, yaciendo excitados y cansados, nos preguntamos como podremos vivir fuera de esta cama, más lejos que a tu lado.