domingo, 25 de enero de 2015

Destinos Amotinados

La entrada a la estación se adivina abarrotada, nada sorprendente siendo un domingo por la tarde y sabiendo que todo ese bullicio es porque miles de personas se disponen a coger el tren con destino a sus hogares después de un reconfortante fin de semana de asueto. Para mi no lo ha sido tanto, los últimos días han sido precipitados, estresantes y en cierta medida asfixiantes por la expectación y angustia que me provocaba esta tarde en la que voy caminando a tu lado de camino a la entrada de la estación.
Como se podía esperar, la hora y media previa, en la que nos hemos acurrucado al calor de una buena conversación, una cerveza y con nuestras miradas encontrándose a medio camino de nuestros pensamientos, ha transcurrido afable y ha derretido los carámbanos que se habían aposentado en el hilo que conectaba nuestro teléfono hecho con dos vasos de plástico. Pero ahora nuestros pasos se encaminan hacía a un andén en el que nos diremos adiós sin saber si nos volveremos a ver, donde sentiremos que nos hacemos sangre de tanto mordernos el labio.
Te miro de reojo y veo que el reflejo era recíproco, con lo que se me escapa una media sonrisa, a la que tus labios responden con una entera, como si intentasen enseñarme como se hace. "Estás preciosa" es lo que aparece en mi mente con una fuente demasiado grande, en negrita y subrayado, como para que yo pueda pensar en otra cosa, provocando que mi corazón se vengue contrayéndose y pateando mi estómago. Con todo perdido es cuando aparecen siempre las prisas y la valentía (¡¡¡vaya valentía de mierda!!!)  se persona en el lugar. Así, poco a poco, mi boca va dibujando palabras que el universo se encarga de difundir a tus oídos.
-Pues aunque no te lo creas, te voy a echar mucho de menos.
-Yo también te echaré mucho de menos -respondes y como si te dieses cuenta en ese mismo momento de lo pesadas que son tus palabras, te apresuras a añadir- ya sabes, siempre viene bien tener una casa por aquí cuando lo necesitas.
Ambos reimos, pero sabemos que ese comentario no ha servido para quitarle hierro al asunto.
-No, en serio, te voy a echar mucho de menos, porque no sé como, pero te has vuelto una persona tremendamente importante para mi -me dices, con tus ojos pidiéndome que les crea y que te comprenda.
-No, te mentiría si te dijese que el sentimiento es mutuo -contesto intentando no dejarme llevar por la situación.
-Es que todo el tiempo que pasamos cuando estamos juntos es muy... demasiado intenso -la frase me sorprende con la guardia baja y se refleja en mi cara, definitivamente no estaba loco cuando miles de ideas sobre nosotros se agolpaban en mi cabeza- Entiéndeme, siempre todo es tan genial cuando estamos juntos que claro que he pensado en nosotros, pero tengo novio y no quiero arriesgar eso por algo que no sé si es solo un impulso o es algo más.
Intento recuperar la estabilidad, ese último comentario ha sido como un directo a la nariz que me ha dejado aturdido, casi puedo escuchar al arbitro encima del ring contando hasta diez.
-¿Qué te voy a contar que no sepas? Por supuesto que tú despiertas lo mismo en mi, y mil veces me he muerto de las ganas de dar un paso adelante y olvidarme de las consecuencias, pero como ya te dije una vez, tengo una regla, una estúpida regla que es "nunca tirarle los trastos a una chica con novio", y esa puta regla ahora mismo me está matando. -respondo casi en un tono visceral, para mostrarte que el dolor es casi físico.
-Lo sé, y eso me jode aún más. Porque si fueses un capullo que intentó ligar conmigo a pesar de todo, pues te hubiese mandado a la mierda y me habría olvidado de ti. Pero no, siempre has sido ese chico majo que intenta hacerme reír, que me escucha y respeta mi espacio, y eso, al final hace todo más difícil.-comentas con pasión y con tus ojos encendidos en llamas, esos ojos, esa mirada dulce y pasional que tanto añoraré.
-Lo dices, como si te jodiese que me comportase como un buen tío -te respondo con cierta sorna, intentando relajar la situación. pero tu no sonríes.
-No, te lo digo, para que entiendas, que aunque supongo que para ti no es fácil, tampoco lo es para mi. Que muchas veces me he planteado que hubiese ocurrido si la situación fuese distinta, si nos hubiésemos conocido en otro momento. Que no digo que hubiésemos acabado juntos, pero si te hubieses mudado a mi ciudad tengo claro que mi relación no hubiese aguantado contigo cerca. Porque si hubieses intentado algo teniendo yo pareja, por descontado te hubiese dicho que no, pero no sé por cuanto tiempo.
En ese momento noto como tus palabras forman un puño que me acierta un gancho debajo del mentón, es indiscutible, ha sido victoria por KO y yo sigo tendido en la lona viendo destellos y sin posibilidad de moverme.
-No me digas eso..., no...no es justo, porque... porque eso me acaba de destrozar por dentro -y no miento, noto como mis órganos internos se licuan y me convierto en un cascarón vacío- porque todo esto es muy difícil para mi, porque me duele.
Hago una pausa, no sé si para recuperar el aliento o para evitar que mi alma se me escape por la boca. Te miro y veo que tu no estás mejor que yo, veo que tus ojos se han enrojecido ligeramente, lo mismo que supongo que sucede con los míos.
-¿Sabes? Hace unos años tuve un compañero de piso que me dijo sobre esa regla mía que era jodidamente estúpida, porque llegaría un momento en que conocería a una persona espectacular, una persona con la que conectara a un nivel realmente profundo, una persona que de verdad me llenase, pero que esa persona estaría en una relación, y por culpa de esa puta regla -y casi mastico las palabras mientras lo digo- yo no haría nada. -veo la sorpresa en tu rostro y admito que también distingo tus ojos implorando que no continúe, que no diga lo que estoy a punto de decir, pero los muros del dique se han destruido y ya no puedo contener el agua- Esa persona eres tú.
El silencio entre tanto bullicio nos envuelve y nuestros ojos se clavan el uno en el otro a menos de un metro de distancia. El andén está lleno de gente, pero para nosotros está vacío, no hay nada más que nosotros y el muro invisible que nos separa. Ese es nuestro universo, un universo aterrador que demuestra su amor por el suspense cuando hace aparecer en el andén el tren que nos separará para siempre. Los segundos se nos escapan de las manos y aprovecharnos los últimos que nos quedan para abrazarnos con rabiosa fuerza.
Percibo tu fragancia por última vez cuando desentierro mi cabeza de tu cabello y nos separamos. Nuestras manos se sueltan y tú te encaminas decidida al tren, decisión que solo flaquea cuando te vuelves al subir el último escalón y me despides con la mano. "Estás preciosa".
Cómo si mis pies pesasen tres toneladas cada uno, voy dirigiéndome lentamente y con el corazón cerrado por derribo hacía las escaleras que me alejarán del andén y donde mis ojos se humedecerán mientras mi boca pronuncia "suficiente".
Nuestros destinos, el tuyo y el mío, se separan sin que nunca llegasen a cruzarse. Corrieron tanto en paralelo que olvidamos que siempre hubo una mampara entre nosotros, y ahora el tuyo se escapa en tren de alta velocidad y el mío se dedicará a pasear por la fría ciudad siempre en dirección opuesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Hago una pausa, no sé si para recuperar el aliento o para evitar que mi alma se me escape por la boca."

Hay que ver, en esos casos, no vuelven ni alma ni aliento.

Como siempre, un placer leerte :)