miércoles, 21 de enero de 2009

Historia Interactiva (7)

Bueno, por fin lo conseguí, terminé mis examenes y por fin hay septima parte de la Historia Interactiva. No he encontrado música que le viniese bien, pero seguire investigando. Aun así esperó que haya propuestas de nombres para este nuevo capítulo y también me gustaría que hubiese algún comentario mas de lo normal, aunque cada vez me preocupa menos, ya que al fin y al cabo a todo el mundo no tiene que gustarle y esto lo hago más por mi. En fin, un saludo y espero que os guste a los que lo leais.


7ª Parte:
La camioneta no paraba de moverse y saltar con cada nuevo bache en el camino. En la parte de atrás Luke reposaba, claramente, acostumbrado a los continuos vaivenes del antediluviano vehículo. El aspecto del joven era mucho más desaliñado que el que tenía cuando se encontraba en el oscuro sótano neoyorkino. Su camiseta lucía dos oscuros lamparones producidos probablemente por grasa o aceite, su anteriormente cuidada barba, se encontraba revuelta y con claros signos de no haber sido afeitada en un par de días, y sus calcetines, los cuales estaban libres de la prisión que constituían las zapatillas, regalaban al observador la visión de varios agujeros por los que asomaban sus dedos y una cantidad ingente de suciedad en ellos. Ya habituado a ese pequeño hábitat Luke se miraba la mano mientras cantaba un particular rock, cuyas estrofas había ido perfeccionando durante su cautiverio.

Una puta me metió
Tanaaaa Nanan
En la trasera de un camión
Tanaaaa Nanan
No he podido huir
Tanaaaa Nanan
Porque no me deja ni hacer pis
Tanaaaa Nanan

Y así continuaba durante tres o cuatro estrofas, tras lo que Luke volvía al principio sabiendo que cada vez que cantaba la canción sacaba más de los nervios a sus captores. Desde luego le tendrían atrapado, pero no les iba a dar un viaje cómodo. Cada cual hace la guerra a su manera y la de Luke solía ser muy desquiciante. Este era su segundo día con sus dos particulares secuestradores y hasta ese momento solo había conseguido saber que se llamaban Fernanda y Suliman. Ella tenía poca estatura, el cabello negro azabache y siempre llevaba unas gafas de pasta color verde. En cambio la palabra que mejor describía a Suliman era "montaña", era un hombre de cerca de dos metros de altura y superaba con facilidad los cien kilos. No hablaba mucho, aunque a juzgar por lo que observó Luke no se debía tanto a que tuviera vergüenza o fuera introvertido, más bien parecía que simplemente no dominaba correctamente el idioma, y como ya se sabe, ¿para que hablar si no hay nada interesante que decir? Desde que lo metieron en aquella furgoneta habían pasado dos días, en los cuales había montado en un avión para nada más desembarcar volver a entrar a punta de pistola en la caja de un vehículo, ¿o acaso era el mismo?
Tras unas doscientas repeticiones de su canción desde su último descanso la furgoneta se detuvo. Rápidamente Luke se incorporó vigilando la puerta de aquella estancia. La redondeada cara de Fernanda apareció en la abertura de la puerta. Mostrando la pistola le hizo un gesto a Luke para que bajara.
-¿No prefieres hacerlo aquí? No se, estaríamos los dos juntos, pero si te gusta que tu colega mire, por mi no hay problema -Exclamó Luke con su eterna sonrisa de medio lado.
-Baja ya cretino.
-Ahhhh, ahora lo entiendo, es que te va el tema de dominatrix -decía Luke mientras se golpeaba la cabeza de forma cómica como si una bombilla se hubiese encendido en ella- de acuerdo, de acuerdo, pero por favor, con cuidado. Es que soy de naturaleza delicada.
-¡Oh dios! ¿Es qué tú nunca te cansas?
-¿Quieres comprobarlo guapa?
-Buen intento, pero si no quieres que sea Suliman el que te saque de ahí ya puedes estar bajándote.
-Vale, vale, si esto es por la canción, puedo cambiar la letra o cantarla solo cada media hora.
-Si fuese por la canción ya te hubiese pegado un tiro entre ceja y ceja. Así que sal de una puñetera vez que pareces un niño pequeño.
Luke bajó de la furgoneta y se encontró a las faldas de una gran formación rocosa en un inmenso desierto que llegaba hasta donde alcanzaba la vista.
-Je je je. ¿Esta es tu casa? Ya me habían dicho que los escorpiones viven en el desierto, pero nunca esperé que fuese tan literal.
-Si, si, si, esta es mi casa y yo soy un escorpión. Y yo que pensé que por fin había dejado atrás el instituto -Comentó Fernanda hastiada de aquella estúpida y cansina conversación con Luke que no llevaba a ningún lado. Desde pequeña había tenido que lidiar en una casa en la que era la única niña de entre cinco hermanos. Para colmo era la hermana mediana, así que había tenido que aguantar tanto las tonterías de sus dos hermanos mayores, cómo las de los dos benjamines de la casa, aunque en ese momento si comparaba todo aquello con el hecho de soportar a Luke le era imposible no pensar en aquella frase que decía "cualquier tiempo pasado fue mejor". No se podía decir que la infancia de Fernanda hubiese sido fácil. Siempre se ataca el mito de las fabelas brasileñas, pero aquel no era su caso. Su padre era conductor de ferrocarril, no era un trabajo que estuviese tremendamente bien remunerado, pero les permitía vivir con tranquilidad. Su madre era la virtud hecha mujer. Sus manos de tan castigadas por el trabajo habían perdido la textura entre lociones de lejía, amoniaco y aguarrás. Pero los verdaderos problemas vinieron cuando su madre murió a causa de una larga y dolorosa afección pulmonar. Su padre se vió desbordado por facturas médicas, el entierro y sobretodo por la perdida del amor de su vida. Intentaba mantener la compostura por sus hijos, pero la depresión le iba sumiendo día tras día más en la bebida. Ese fue el momento en que tanto los hermanos mayores de Fernanda como ella misma debieron compaginar su ritmo normal de vida con la búsqueda de un trabajo y el cuidado de la casa.
Todo lo vivido había hecho que Fernanda se convirtiera en una luchadora, que no aceptara un no por respuesta, que apreciara las cosas buenas que ocurren en su vida, pero sobretodo le hizo prometerse a si misma no bajar los brazos jamás. No aguantaba a la gente que tiraba la toalla, aquellos que no tenían las suficientes agallas para enfrentar la realidad, que simplemente tomaban el camino fácil y buscaban solo su propio beneficio sin pensar en aquellos que pudieran sufrir por sus acciones. Les parecían egoístas que no tenían escrúpulos en decepcionarse a si mismos o a los demás mientras pudiesen mantener su trasero calentito y seguro.
Con todas estas tribulaciones Fernanda se acerco a una ligera abertura en la roca, metió la mano y pulso una determinada combinación en un panel escondido a ojos de curiosos. De inmediato se abrió, como si fuese lo más normal del mundo, una grieta en la roca a la par que la boca de Luke hacía lo propio. En aquella grieta se podía divisar un pequeño terminal. Fernanda acerco su cara para llevar a cabo el examen retinal, a continuación dijo su nombre para corroborar la prueba oral y por último se mantuvo de pie mientras una luz hacía lo que presumiblemente sería un scanner biométrico.
-Oye, ¿y esa cosa no quiere una muestra de orina? ¿O de mucosa? -Dijo Luke manteniendo aun su cara de sorpresa.
-Entra ya y cállate al menos durante dos minutos -Contestó Fernanda mientras una gran puerta de metal se abría entre la roca ante sus ojos.
Entraron en un pequeño habitáculo de paredes de aluminio y apariencia hermética. Tras de ellos, las puertas se cerraron y notaron como el ascensor comenzaba a descender. Después de lo que Luke pudo suponer como unos cinco pisos, el ascensor se detuvo. Las puertas se abrieron y pudieron observar un pasillo de bastas paredes de hormigón y juntas de metal, iluminado por la luz blanca y aséptica de unos fluorescentes que no aliviaban la sensación de estar en una ratonera.
-Pues si que tenéis bien montado.....
-Aun no han pasado los dos minutos -Dijo con voz grave y por primera vez en el día Suliman. Estaba claro que el también disfrutaba del silencio de Luke.
-Vale mimo enorme, me mantendré callado. Aunque luego estoy seguro.....
-Cállate -Comentó esta vez Fernanda.
Recorrieron el pasillo hasta dar en una gran sala que poseía un gran terminal de mando con varios puestos de ordenador. Fernanda saludó a un hombre mayor de aspecto desaliñado. Era delgado, con barba cana y ojos hundidos. Tenía unas grandes entradas y se recogía el cabello que le quedaba en una coleta.
-Hola Hank, ¿donde están Cooper o Katrina?
-Katrina no sé donde estará, pero Cooper está en la sala dos con una de los nuevos. ¿Este es el informático?
-Si, Luke Harris. Tuvimos un imprevisto y llegamos hoy.
-Ok, pues llévaselo a Cooper.
Entraron en la sala dos, donde encontraron a Cooper hablando con una joven de cabello castaño. Ambos detuvieron su conversación al ver a los recién llegados.
-Hola Fernanda, deja que termine y en un segundo estoy contigo -Declaró Cooper con su perpetua y radiante sonrisa- Sam lo que quiero decirte es que entiendo claramente tu situación. Es normal que estés nerviosa y asustada por todo esto, y de nuevo te pido disculpas. Pero creemos que eres una pieza valiosa y necesaria para nuestro proyecto.
-Ese es el caso Cooper, no tengo ni idea de que va el proyecto. ¿Qué coño hago aquí?
-Sinceramente lo único que puedo decirte es que queremos que este sea un lugar un poco mejor y más justo para vivir. A veces tendremos que hacer algunas cosas que no comprenderemos. Pero se que por ejemplo tu padre estaría de acuerdo con nosotros -Sam miró de hito en hito a Cooper, ¿por qué mencionaba a su padre?- Si Sam, se quien era tu padre. Hombre dedicado, con ideales y comprometido. En fin, un buen hombre. Fue voluntario en conflictos mucho tiempo, cooperante otro tanto. Aun después de casarse y tener una familia siguió luchando contra las injusticias sociales como podía. Formó una asociación civil para vuestro barrio, a modo de cooperativa.
-Ya sé quien era mi padre, gracias.
-Pues si lo sabes, sabrás que el lo que quería era un mundo mejor. Y dudo mucho que no les haya inculcado esos valores a sus dos hijos. Se lo que debes sentir Sam, la tensión y esta situación contradictoria, pero por favor danos un margen y te mostraremos que todo esto es real. Quédate con nosotros un tiempo y luego ya decides ¿De acuerdo? Además, piensa en tu hermano. No podemos decir que haya sido una persona ejemplar, pero lo está intentando, y necesitará ayuda. Sobretodo ahora que va a ser padre. Nosotros podemos ayudarle Sam, sin que él se entere. Una mejora de contrato, una casa más grande y aun tendrías dinero para retirarte y darle una vida tranquila a tu abuela. Sé que no es fácil ser la persona referente de una familia cuando hay que tomar grandes decisiones. Pero sabes que harías lo mejor por los que quieres, que harías lo que fuera por darles una buena vida. Bueno Sam, nosotros te ofrecemos todo eso a cambio de que trabajes codo a codo con nosotros en lo que tenemos pensado para tí ¿Qué me dices? ¿Es suficiente razón para confiar en nosotros? -Sam asintió casi a regañadientes, aún atribulada por la verborrea de Cooper y sus rebuscadas maneras. Claro que quería ayudar a su hermano y a su abuela. Pero no sabía si todo aquello era para ella.
-Pues muy bien, pero no se vaya señorita Lars. Espere un segundo que hable con el señor Harris. Es un recién llegado. Y así lo acompaña usted hasta su cuarto.

La conversación prosiguió con las pertinentes presentaciones, las explicaciones por parte de Cooper y las inevitables ironías de Luke. Tras todo esto, Fernanda se vió aliviada dejando a Luke a cargo de Sam, quien aunque parezca raro no tuvo que sufrir el coqueteo de Luke, debido a que este se encontraba demasiado absorto en todo lo que allí estaba pasando en lugar de dedicarse a intentar mejorar sus habilidades sociales. Subieron las escaleras de pino que llevaban al pasillo de las habitaciones y caminaron hasta la tercera puerta a la derecha. Allí el nombre de Luke indicaba que esa habitación era de su propiedad. Constató que su nueva compañera se llamaba Nora y se dispuso a entrar. Avanzó dejando atrás aquel pasillo rematado en madera, y se detuvo contemplando su nueva y acogedora habitación. Todo el mobiliario y suelo estaba acabado en maderas nobles y a pesar de ser su primer minuto allí vió que ya poseía ropa, enseres de baño y lectura suficiente para medio año. Cansado, cogió la indumentaria que a sus ojos le pareció más cómoda, se fue al baño y tomó una ducha reparadora. A fin de cuentas sin tener certeza de nada, lo mejor que podía hacer era estar descansado.

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