
La mañana era fría a pesar de que el Sol se presentaba resplandeciente en lo alto del cielo. Ella iba de un lugar a otro dentro de la habitación, cogía una prenda de ropa la metía en una maleta, volvía a la cocina, recogía la caja donde se encontraba su colección de tazas y la dejaba en el quicio de la puerta entreabierta donde un joven la tomaba y la depositaba en el pequeño maletero de un Renault 5 rojo.
Poco a poco la casa, como un velero, se iba desarbolando dejando todos sus rincones vacios de objetos y recuerdos. Cuando ya solo quedó en el suelo su mochila verde que siempre la acompañaba, se detuvo un momento mientras se la colocaba en la espalda y miró con tristeza y añoranza las cuatro paredes de aquella habitación. Se acerco a una de ellas y pasó sus dedos por los dos agujeros que años atrás ella misma había hecho. Había sido la primera vez que había utilizado un taladro, en este caso para poner un par de estantes, y como buena inexperta finalmente habían quedado torcidos. En ese momento se reía, pero recordaba la cantidad de veces que había colocado algo con forma esférica y había rodado hasta caer en su cama, desembocando en algunos casos en divertidas anecdotas relacionadas con sus primeras relaciones sexuales.
Se dirigió al marco de la puerta, lo tanteo con sus manos, se mordió un poco el labio inferior y no pudo evitar darle un beso a este como si se despidiese de un viejo amigo, al fin y al cabo eso es lo que era.
Encaminó sus pasos al exterior de la pequeña casita donde le esperaba el joven conductor de pie en mitad del jardín de entrada. Éste sabiendo lo que debía estar pasando ella rápidamente le ofreció sus brazos abiertos, los cuales fueron instantaneamente tomados en el abrazo que necesitaba la chica.
-Me da mucha pena -Comentó la joven.
-Lo sé mi vida.
Ella se giró mirando la fachada blanca de la casa, tomó una gran bocanada de aire y en un instante sus ojos fueron arrasados por las lágrimas. Él la apretó con fuerza contra su pecho y depositó un beso en su frente, verla así hacía que le doliese casi tanto como a ella. En ese momento, la chica levantó la vista y con los ojos reflejando la mayor determinación posible le hizo un gesto para que se fuesen al coche.
Ambós entraron en el vehículo, abrocharon sus cinturones y mientras el joven arrancaba ella dirigió una última mirada a la que hasta entonces había sido su casa. Ya no quedaba dentro nada de ella, solo una leve fragancia que con el paso del tiempo se esfumaría olvidando lo que alguna vez había sido aquel lugar.
El vehículo iba descendiendo la calle con lentitud debido a la cantidad de trastos con los que cargaba y a que el firme estaba mojado por el rocío que aún no había conseguido secar aquel sol invernal. De repente la joven le dió un golpe en el hombro al conductor y le pidió que se detuviese un segundo. Salió del coche y se dirigió al centro de una pequeña plaza que se abría a su derecha.
En el centro de aquella plaza había una fuente de piedra en la que la chica sumergio las manos para posteriormente enjuagarse la cara al tiempo que se recordaba "la mejor agua del mundo". Con la cara mojada, levantó la vista y apreció las vistas que le ofrecía aquel mirador. Se subió en el bordillo que rodeaba aquel lugar, y de pie, desde la esquina de la plaza hizo un ligero paneado con aquel bello paisaje, como si quisiese grabar la estampa en su disco duro particular deseando que no se borrase nunca. Ahora ya estaba preparada para continuar adelante. Se volvió al coche, miró a su acompañante y solo pudo susurrarle un "Gracias" al tiempo que lo besaba con ternura y decía adiós.
Bueno espero que os guste este cortito relato. Os adjunto la música que lo inspiró: